Oscar RebolloOSCAR REBOLLO. Estamos inmersos en un proceso de profundos y acelerados cambios sociales, tanto en el ámbito económico como en el político y muchos otros (formas de convivencia y relación, estructuras familiares, formas y medios de comunicación, etc.). Son muchas las voces que, en los diferentes ámbitos de la vida social, intentan buscar explicaciones resumiendo todo en una única palabra: Crisis. Así, se habla de crisis económica, de crisis de la política o de crisis de la democracia. Como también de crisis de la familia o de crisis de los medios de comunicación, etc.

Nosotros preferimos hablar de “cambio de época”. Lo hacemos porque la palabra crisis se asocia a menudo a una "coyuntura" negativa, un mal "momento" que necesariamente tenemos que pasar para volver, Más tarde o hora, los viejos equilibrios del pasado, cuando todo más o menos funcionaba. Además, ir haciendo un listado de todas las crisis que nos afectan transmite la idea de que hay que ir, d’una en una, arreglándose las sucesivamente: algunas primer, otros después y otros no se sabe cuándo.

Por eso, cuando hablamos de cambio de época es, en primer lugar, para señalar que todas estas transformaciones, todas estas crisis, están íntimamente relacionadas entre sí y la única forma de entenderlas es con una mirada más amplia, una mirada global sobre el conjunto de estos cambios que están en disposición de conformar la nueva época que se vislumbra. Aunque también podríamos decir que sí hay una crisis y bien profunda y preocupante, una crisis humanitaria, una crisis de la dignidad humana como valor supremo a preservar y como principio esencial al que deberían someterse todo el resto de aspiraciones y de intereses.

En segundo lugar, también vemos claro que de “volver a donde estábamos”, realmente des. Más bien lo que decimos es que nos conducimos de forma vertiginosa a una nueva sociedad las reglas de la que no están nada claras. Tenemos, cada vez con, mucha más capacidad de hacer un inventario de los desastres del presente, que una proyección mínimamente sólida sobre el futuro. Un futuro en el que la política y la economía cambiarán seguramente muchos aspectos de su fisonomía actual.

En este punto, tiene sentido interrogarse sobre qué hacer ante los nuevos tiempos. Una idea muy arraigada en la mente de muchísima gente es que hay tiempo Adaptar lo haremos del als; como si nuestra única salida fuera siempre adaptativa. Con el agravante de que las salidas adaptativas suelen ser teñidas de importantes dosis de ideología individualista: "El individuo" que mejor se adapte a los nuevos tiempos será quien podrá tener éxito o al menos, sobrevivir.

El futuro no se adivina, se construye; y si dejamos de vernos a nosotros mismos como individuos que, "solos ante el peligro", hem de saber adaptarnos a la nueva situación y / o competir con los demás en la pugna por los escasos recursos, quizás podremos variar nuestra percepción sobre nuestras capacidades y sobre las cosas que podemos hacer. Ahora bien, para que esto sea posible, hay que quitar las gafas del individualismo para mirar a nuestro alrededor con las gafas de la cooperación.

Si nos ponemos las gafas de la cooperación, lo primero que veremos será que nuestra vida en el día a día y nuestro futuro, no puede ser nunca el producto exclusivo de nuestras acciones y decisiones individuales. Las condiciones de nuestra vida son y serán, siempre y necesariamente, el resultado de un proceso colectivo en el que mucha gente está involucrada. Así que rápidamente deberíamos sacar de la cabeza la idea de que "éxito" es un reto personal, individual, que depende sólo de lo que yo haga, en competencia con el resto de personas que luchan por lo mismo que yo. El futur, nuestro futuro, como sociedad y como individuos, es siempre un reto social, colectivo, político!

La cooperación entre personas puede darse a varios niveles: para ayudarnos mutuamente, para intercambiar recursos y conocimientos, para construir propuestas alternativas y defenderlas y promoverlas públicamente, para sacar adelante iniciativas económicas, etcétera. Todas estas formas de cooperación nos hablan de la necesidad de recuperar el social y el político, más que de “salir de la crisis económica”; cuestión ésta que, por otra pandilla, no sabemos muy bien qué significa. A menos que le decimos salir de la crisis a reducir el paro a la mitad (13%), habiendo desaparecido los derechos laborales y los derechos sociales y con una mayoría de salarios por debajo del umbral de la pobreza. ¿Qué tal es esta la "salida" de la crisis?

Este es el argumento que justifica la intención del IGOP de hacer de la Escuela de Políticas Sociales y Urbanas, una Escuela de la Cooperación, es decir, que se construye cooperante, que promueve la cooperación, que la práctica y de esta manera, aspira a poder ofrecerse como espacio en el que sea posible aprender a cooperar.